Reconozco que, en primera instancia, llegué a la poesía de Miguel Hernández a través del arte. Fue la pintura la que me abrió el interés por este hombre excepcional, y ello supuso en mi vida un antes y un después, ya que me colocó en bandeja la necesidad que en este mundo todos tenemos de enfocar nuestras vidas con cierta sensibilidad.
Era el mes de marzo de 1976, y yo era muy joven, tan sólo 14 años, pero crecía en mi interior esa necesidad de abrir una ventana de par en par para permitir la entrada de aire fresco, y contribuir con ello a regenerar una sociedad que venía de las catacumbas. El poeta representaba (y representa) esa bocanada de aire fresco, y eso también lo sintieron numerosos artistas de toda España, entre ellos Joan Castejón, que durante aquellos días difíciles se desplazaron a Orihuela para plasmar en las casas de un barrio humilde, el de San Isidro, la expresión artística más bonita y entrañable que he conocido en mi vida. Aquello era auténtica poesía, y el hilo conductor era Miguel Hernández.
Más de 30 años después, Joan Castejón regresa a esa inspiración poética desde el compromiso hernandiano más sincero, y afronta su diálogo con el poeta como lo hacen los grandes artistas: desde la honestidad.
Bajo mi humilde punto de vista, la actividad artística es única, es un todo expresivo, y lo que cambia es la herramienta de expresión, el idioma expresivo, el “modus operandi” artístico. Utilizamos la escritura, la oralidad, la pintura, la escultura, la música, la danza, etc…, pero todas son afluentes de un mismo río: la expresión artística, que en este concepto es equivalente a poesía. Hacer poesía es, más allá de una modalidad literaria, una actitud ante la vida. La faceta solidaria, libertaria, tolerante, participativa, humilde…., en definitiva abierta de la vida, la identifica con su versión poética. La otra versión es la hermética, la que nos hace engranajes de una cadena de montaje en serie y sin alma. No me interesa esta versión. Nuestra vida, la de cada uno, es la única que tenemos, y yo particularmente prefiero que sea poética, porque ello me hace sentir un hombre en el sentido esencial y vital de las cosas.
Y ustedes se preguntarán, ¿qué tiene esto que ver con Miguel Hernández?. Todo. La obra de Miguel es la esencia poética de la vida, la palabra que, desde la profundidad del alma, logra abrir en canal los sentimientos humanos, y los convierte en poesía.
¿Y que tiene esto que ver con Castejón?. Todo. La pintura de Castejón refleja, a mi juicio, el compromiso honesto con el poeta, con sus valores, con la imagen poética del ser humano, del hombre y de la mujer.
¿Qué paralelismos hay entre la poesía de Miguel y la inspiración hernandiana de Castejón?. Creo que hay algo esencial: la obsesión temática por el hombre, y la concepción del ser humano desde dentro hacia fuera, es decir, como contenido, no tanto como continente (el continente sirve de expresión poética del contenido). Por ello, contemplar la pintura de Castejón te conduce irremediablemente a meditar sobre la obra hernandiana. En los cuadros de Castejón contemplamos manos de pescador, de campesinos, como lo era Miguel, un campesino de la poesía. Vemos además un común denominador habitual en la poesía hernandiana: el diálogo sincero y profundo del hombre consigo mismo ante las pasiones humanas.
En definitiva, la obra de Castejón es, a mi juicio, una referencia ineludible para apreciar, desde la pintura, la expresión poética que Miguel Hernández transmite. Los cuadros de Castejón mantienen viva aquella estela iniciada hace más de 30 años: la que abrió de par en par una ventana, y dejó pasar una bocanada de aire fresco que nos hizo más humanos. Eso también es poesía.
Francisco Escudero Galante.
Coordinador del Centenario Miguel Hernández,
Ajuntament d´Elx.